Un café bien cargado, tan necesario para no quedarme dormida ante el ordenador,
Lo tomábamos juntos,con dos terrones de azúcar, antes de que tu te
marcharas cada día con tu corbata entre las manos y un buen deseo como
despedida. Después me sonreías y te ibas, bajando las escaleras de dos
en dos, yo sonreía y me iba a la ventana para verte una vez más y
decirte adiós con la mano. Hay días en los que me gusta pensar en ti,
aprovechando la sensación de tristeza que me presta el cielo, escuchando
música, en el balcón esperando volver a verte, acercándote con tu
mirada alta y tus joviales andares. Me encantaban esos días de trabajo,
con desayunos acelerados, y besos lanzados con mala puntería.
¿A tí no?
Bella monotonía perdida.
Ya no sirve de nada rememorar esos amaneceres de diciembre.
Todo tu cariño se ha derretido con la llegada de la primavera.
Te escribo esto para que sepas que sigo bien o quizás lo hago para
sentirme mejor yo, para por fin creerme que ya no sigues aquí, que no
volverás. Aún busco por tus cajones nuestra bella monotonía perdida.
Y sigo tomándome nuestro café, puntual, solo que ahora le echo cuatro
terrones, ya se que son demasiados, pero lo hago para que mis mañanas no
sean tan amargas, en la misma taza, eso sí que no ha cambiado, como nos
gustaba. ahora mismo, mientras te escribo, estoy bebiéndome uno...
Ummmmm.... Un café bien cargado, tan necesario para no quedarme dormida entre tus recuerdos.
the happiness free
domingo, 4 de diciembre de 2011
viernes, 2 de diciembre de 2011
Las estrellas sonríen con misteriosa malicia
Apoyo delicadamente su cabeza
en ella, despacio no quería perturbar su perpetua sueño, tan solo descansar en
ella y dormir, con su olor en el ambiente, un vacío en su mente para soñar.
Pero había algo que se lo impedía,
se sentía prisionero en su propia habitación, entre su propia piel, incesante
desconcierto que mantenía sus ojos abiertos y con duros recuerdos que seguían
clavados a su espalda, a su realidad.
Esa herida tan reciente, seguía
todavía sangrando, fresca, brotando de sus ojos, provocando un dolor que ningún
dolor que ningún licor podría aliviar.
Sin ayuda, en silencio enfoco con su vista
hacia las sombras intentado verla, esperando que ella viniera hacia el, como lo
hacia antes con una dulzura que solo tenia ella, agudizo su oído en busca de el
ajetreo de sus laves, de sus tacones de un puerta al abrirse.
Esperanzas mudas asesinadas
por su razón
-Ella no volverá- susurro
En su lugar, el crujir de la
madera del pasillo mostraba su pena, pareciendo querer quebrarse ante la
ausencia de pasos. El viento soplaba afuera, contra las ventanas, aleteando
ramas y cambiando de lugar algún que otro recuerdo.
Agotadas sus esperanzas, se
levanto, se encendió un cigarro y se fue a la ventana, a contemplar a las
estrellas, mientras, así, en su cabeza ocuparía otras distracciones.
Las estrellas sonríen con misteriosa
Malicia esta noche no serán las únicas
que
No podrán dormir.
Luces engreídas que
acostumbradas a iluminar la mirada de ojos soñadores como los míos, como los de
ella. No podéis percataros de lo que sucede en tierra firme.
Las lagrimas que dejo caer
hoy desde mi ventana no significaran nada. Estupidas y egoístas, desde siempre solo
os habéis preocupado del resplandor que dejabais entre las nubes y no del que
dejabais en cada uno de nosotros.
Que estupidas habéis sido,
que entupido he sido –dijo-
Miro a su cigarro, su ceniza caía
al vacío derritiéndose en la calle, el humo entrecortado que exhalaba entre las
palabras, se desvanecían en la noche.
Que entupido has sido, comenzó
entonces a reírse, a carcajadas, como nunca antes lo había hecho, sin alegría,
con desesperación. Nadie lo vio. Después desconsolado, comenzó a llorar entre
sus sollozos, nadie se percató, siquiera las estrellas que seguían sonriendo
con misteriosa malicia.
Se sintió prisionero en su
propia ciudad en su propia piel y gritó a pleno pulmón, como nunca antes, como
nunca jamás, con valor perdiendo la compostura, deseando que ese grito, ella lo
hubiera escuchado. Pero nunca nadie lo oyó. Estaba solo, a solas con las
estrellas y con un cigarrillo casi consumido. Verdadera y triste realidad que
siempre estuvo ahí, avisándole de la importancia que tenían los besos, aquellos
que salían de sus labios rojos.
-Pero que entupido fui, nunca
le presté atención.
Verdadera y triste realidad,
Hoy lo veo todo claro, tan nítido, Ojala esta nitidez hubiera estado presente
en las cenas con velas apagadas, en los regalos olvidados, en los besos y
miradas esquivadas. Al menos esta noche el puzzle por fin esta completo. Ya no
la culpo, la entiendo.
Ante esas palabras se
aflojaron sus apretadas cadenas de pensamientos y reproches que descargaban
amargura fría sobre su nuca.
Abatido, le dio lo que iba a
ser su última calada, su última despedida, su único perdón, desasiéndose del
cigarrillo, echándolo a volar, con recelo pero seguro.
Se dirigió nuevamente hacia su cama a la de
ambos, ahora más vacía. Y miró por la ventana viendo a las estrellas con mirada
cruda y sobria. Ellas, confidentes de emociones respondieron con una sonrisa más
pura, más misteriosa pero ahora con una malicia desaparecida. Miró hacia la
puerta, espero oír algo, pero nada, estaba solo, Malditamente solo.
Apoyó delicadamente su cabeza en ella,
despacio no quería perturbar su perpetuo sueño, deseando por fin reunirse con
los “ya no despiertos” dormir, soñar, tal vez en ella. Olvidarse del dolor, de
la soledad, por un par de horas.
Mientras, por el pasillo se seguían
escuchando el crujir de la madera, mostrando su pena, el viento afuera y la desilusión
en su corazón.
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